La imagen de la mujer siempre ha estado moldeada bajo una mirada masculina en el arte, a mediados del siglo XX es la mujer quien empieza a mostrar sus verdaderas identidades, su verdadero rostro, el control sobre su representación en el arte es una manera de darle lucha un sistema patriarcal que lo abarca todo. En este artículo vamos a entender mejor la importancia de tener una visión deconstruida sobre la representación femenina en el retrato contemporáneo.

Como fotógrafo he sido testigo de muchas formas de representación del mundo femenino, desde visita a exposiciones de pintura y fotografía nacionales e internacionales, a través de la lectura sobre historia del arte, conociendo mujeres con distintas personalidades, estilos de vida y maneras de entender el mundo.

Si bien siempre he tratado de brindar mis servicios fotográficos a todas las personas por igual, aprendí con el tiempo a entender mejor la visión que tienen de sí mismas, no siempre es un trabajo sencillo cuando eres un hombre cisgenero, pero al ser homosexual uno puede tener mayor empatía con las inquietudes que tienen las personas de poblaciones vulnerables, vivimos en una sociedad machista, binaria y patriarcal, de eso no cabe duda alguna.

Desde mis inicios en el dibujo y la pintura era inevitable tener influencia de grandes artistas en la historia del arte, casi siempre todos eran hombres, por eso la representación de artistas plásticas femeninas en los museos más importantes del mundo no pasan muchas veces del 5%, cuando la mayoría de cuadros y estatuas de imágenes femeninas superan fácilmente el 70% de las obras en exposición.

La imagen de la mujer en el arte siempre estuvo ligada a su rol de esposa fiel, madre abnegada, virgen perfecta, diosa, símbolo del pecado u objeto de deseo sexual, si bien la apariencia física y estética fue variando con el pasar del tiempo, hasta hoy el poder de esa representación gráfica de la mujer sigue presente en el imaginario público, que considera a las mujeres como personajes que están constantemente expuestas a la observación pública y por tanto deben comportarse a la altura de lo que representa “ser mujer”.

El feminismo ha retomado una fuerte importancia en la vida social, sobre todo en países occidentales, vivimos en una constante búsqueda de la justicia social, donde las personas que son oprimidas por un sistema político, religioso, militar, cultural, social y económico patriarcal deben alzar su voz para ser escuchadas, para denunciar los atropellos a sus derechos o a la falta de ellos.

La manera en que pensamos la imagen de la mujer cambia, porque entendemos que no son seres mágicos ni perfectos, que no tiene por qué serlo, son ellas quienes determinan su forma de ser, de expresarse y de vivir sus vidas, de decidir sobre sus cuerpos y manejar sus propios cánones de belleza, dejando atrás siglos de idealización masculina, caprichosa, idílica, irreal.

Como fotógrafo tengo la responsabilidad personal de mostrar a las personas en la forma en las que desean ser entendidas, si bien mi trabajo es bastante subjetivo desde un punto de vista netamente artístico y plástico, siempre trato de conocer a las personas, conversar sobres sus inquietudes, sus aficiones y las cosas que las diferencian de las demás.

Hoy en día mi manera de retratar a las mujeres es pensada dos veces, la primera con mi punto de vista artístico y la segunda con la manera en que ellas se ven a sí mismas y como quieren mostrarse al mundo.

No creo poder llegar a una neutralidad absoluta porque no es algo natural en nuestra especie, pero si estoy en un proceso de deconstrucción artística y social, porque creo que evolucionar nuestro pensamiento es absolutamente necesario para mejorar como actores de esta sociedad, debemos abrir nuestros ojos, mente y corazón a los cambios sociales para una convivencia más pacífica y equitativa donde todas las personas puedan tener las mismas oportunidades y materializar sus planes de vida sin obstáculos  que las impidan.

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